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Espacios, Olores y Recuerdos 💭

Caminas, observas, habitas y de repente un golpe con el pasado; no es alguien pero sí algo, la nariz empieza a entrar en estado de alerta, el olfato dice «¡Aquí estoy!», yo digo: «háganle caso».

5 minutos

De las veces que los espacios nos traen olores y recuerdos. Caminas, observas, habitas y de repente un golpe con el pasado; no es alguien pero sí algo, la nariz empieza a entrar en estado de alerta, el olfato dice «¡Aquí estoy!», yo digo: «háganle caso».

Si quieres escuchar este tema entre vivencias y risas, acá te dejamos el episodio del podcast.

https://anchor.fm/s/fb1db7c/podcast/rss

Un cuento sobre los espacios, olores y recuerdos

Desde siempre me ha resultado curioso que algunos espacios me transporten a otros a través de los olores… una cuestión de recuerdos, y es que quizá el olfato es el sentido que tengo más desarrollado. Me hablas de la playa y enseguida el ambiente me huele a bronceador, bloqueador, agua salada. Muestras la fotografía de una sopa y enseguida huelo a caldito, cremita, vegetales licuados. Me dices que por tu casa está lloviendo y a mí ya me está oliendo a petricor por acá.

A veces es un beneficio, pues me hacen viajar al pasado o a una situación imaginaria, reconocer rápidamente una fuga de gas o un fuego que se aproxima; otras veces se hace muy irritante porque cuando son malos olores, terminan en náuseas o dolores de cabeza.

Les cuento un poco de mis anécdotas: La primera vez que entré al auditorio de la facultad de ciencias políticas en la ULA (Mérida, Venezuela) viajé al aeropuerto Charles de Gaulle en París; su olor era tal, que me olió a los pasillos de ese espacio, y por ende me transportó. Desde entonces cada vez que entraba me preparaba para hablar en francés, que digo, para viajar en la imaginación.

De mis aventuras por Caracas: usar la secadora. Ahora cada vez que huelo la ropa recién salida de la secadora en casa, me recuerda al departamento de mi tía y mi estadía por la capital.

Estando en Buenos Aires adquirí uno nuevo, pues cada vez que entro o salgo del departamento, a la hora del almuerzo, me traslado al centro de Mérida. En este piso viven venezolanos y colombianos, y obvio ese sofrito oliendo full.

Creería que no podemos describir un olor con palabras precisas, solemos apoyarnos con sabores, texturas, colores u otros olores, ¿a qué huele la mandarina? ¿a qué huele la tierra? ¿Y la ropa? A calle, a sucio, a limpio, a detergente, a secadora, a nueva… -respondemos-.

A propósito del olor a ropa nueva, no conozco -aún- Estados Unidos, pero me hago una idea de su olor: la maleta de mi tía Rosalba cuando apenas llegaba de viaje y la abría para repartir los regalos. Esa maleta olía a capitalismo.

Este tema que me venía rondando lo lancé en un tuit, pues me encanta navegar en las redes -sobre todo en twitter-; me da la posibilidad de interactuar, aportar, aprender, de compartir contenido una y otra vez. Varias respuestas super entretenidas, por allá «la jeva que explica los chistes» coincidió en que tampoco conoce USA, pero comparte ese mismo olor. ¿A nuevo, será? 🤔

Vif -que sí conoce Estados Unidos- me comenta que huele a éso, a tiendas, a ropa nueva, a limpio. Me puse a buscar, porque debía haber una explicación, pues las cosas no son por casualidad, y me encontré con:

Desde el diseño de interiores se pueden crear espacios que a través de los olores alteren las aptitudes perceptivas de las personas mejorando o empeorando la habitabilidad de los mismos.


Esta herramienta es muy utilizada en el diseño de espacios comerciales como una estrategia de marketing. Importantes empresas encargan a químicos especializados la elaboración de aromas propios e intransferibles que identifiquen a sus marcas.


De esta forma, influyen en sus clientes, siempre con el objetivo de aumentar la venta de sus productos. Está demostrado que con determinadas fragancias se consigue que el cliente permanezca durante más tiempo en el espacio comercial.

El olfato y el diseño de espacios comerciales.

Entonces, señores, los que aspiran embelesados caminando por las tiendas en Estados Unidos, por los pasillos de un centro comercial o por cualquier lugar de consumo, no es por casualidad. La próxima vez pongan más atención cuando entren a tiendas de Nike, Adidas, Zara o de Bershka, y noten que esos espacios tienen olores que -entre líneas- están hechos para seducirnos y que sigamos entrando.

El olor como identificador

Los olores los relacionamos con los lugares y con las personas, -y viceversa-. El olfato al ser el sentido que mejor maneja el recuerdo, guarda en nuestra memoria olores que fueron importantes o que de alguna manera calaron en nuestras vidas.

Les dejo un dato: el olor de alguien o algo nos puede incluso curar. El olor de la persona que nos crió -la madre, normalmente- nos da tranquilidad. Un estudio lo certificó evaluando el comportamiento de un niño: cuando la madre lo dejaba solo, éste lloraba. Luego intentó con dejarle una pieza de ropa suya que olía a ella, y en esta oportunidad el niño quedó en calma y durmió tranquilo. Cuando lo intenten me avisan. ¿Y si lo hacemos con las mascotas que son tan de reconocer por medio del olfato? Capaz resulta también. 🤷

En las redes me compartieron anécdotas, historias, recuerdos que tenían que ver con la memoria olfativa. Que si la perfumería del Duty Free les recordaba a sus ex, el olor del cigarro al papá, la Victoria Secret de vainilla a los primeros días del propedéutico, las arepas en el budare y las guayabas en la mata que les recuerda a la abuela, el café recién colao’ al hogar, la cal húmeda a la casa recién hecha de la madre arquitecta. Incluso alguien me dijo que empezó a trabajar en una nueva oficina fuera de Venezuela, y «el olor a carpetas y documentos guardados me llevaron a 20 años atrás, cuando hice mis pasantías».

Finalmente los recuerdos nos trasladan a espacios, y éstos vienen cargados de olores. La nostalgia también se lleva en el olfato, y es que los aromas actúan como conectores emocionales de aquello que alguna vez existió. «Aprendizaje emocional», le llama la psicóloga Regina Sullivan en el artículo «Comfort Smelling», de Rachel Herz. Quizá el arraigo se respire.

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