Repensar la ciudad es nuestro objetivo, la comida es el medio, el placer es el beneficio. Veamos qué nos dicen Carolyn Steel y Epicuro para que las ciudades sean más humanas, más placenteras.
https://anchor.fm/s/fb1db7c/podcast/rss¿De qué sirve «innovar», cambiar dinámicas y rediseñar modos de vida sin aportar bienestar? Dejemos de insistir en la superficialidad e inmediatez que envuelve al mundo. Mejor miremos hacia atrás, rescatemos las ideas madres, las raíces del pensamiento y ubiquémoslas a nuestra época. Ciudad, comida y placer. Sí, vivimos en ciudades, comemos todos los días y siempre buscamos el placer, ¿de qué manera lo podemos hacer éticamente?
Nuestro planeta pide más amabilidad y es indispensable repensar el hábitat que hemos construido, queremos reconectar con las raíces fusionando la vida urbana con la naturaleza. La relación que tenemos con la comida es de las más antiguas. Una manera de volver a vincularnos con ella es vivir su proceso y servirla en la mesa. Además, la comida es un factor vital en los seres humanos; moldea la identidad de cada persona, de cada sociedad y logra satisfacer apetitos.
Agricultura y Urbanismo
Hace 10.000 años surgieron dos invenciones extraordinarias que moldearon nuestra forma de establecernos: la agricultura y el urbanismo. Es la época del Creciente Fértil, el nombre dado a los territorios donde se desarrollaron las primeras civilizaciones: Mesopotamia, Asia Menor, Palestina y Egipto. Resulta que nuestros ancestros producían comida suficiente para almacenar y abastecer asentamientos humanos permanentes, y allí nacieron las ciudades. Epa, que antes nos la pasábamos deambulando para arriba y para abajo, nómadas en serio. Los humanos necesitamos de la comida, así como el urbanismo de la agricultura. ¿Se imaginan todo como un sistema integrado? Pues lo era. ¡Qué maravilla!
Sin embargo, con la industrialización y la globalización, las ciudades se han desvinculado de la agricultura, su base, su raíz. Carolyn Steel es una arquitecta que tiene más de dos décadas estudiando cómo la comida influye en nuestra estructura de vida y en las dinámicas de las ciudades (nos tiene enamoradas 😍). Steel dice que «una de las grandes ironías de los sistemas modernos de comida es que han complicado mucho más lo que prometían simplificar. Al hacer posible construir ciudades en cualquier lugar nos han alejado de nuestra relación más importante, la que tenemos con la naturaleza. Nos han hecho dependientes de sistemas que sólo ellos proporcionan y que son insostenibles».
En nuestras andanzas de migrantes por Argentina notamos su poderío agropecuario, pero nuestra percepción como residentes de Buenos Aires, su capital, es que ella como ciudad está desvinculada de estas dinámicas productivas. No había terrenos ni huertos, prácticamente todos los productos que se consiguen son industrializados, y una de las cosas más curiosas fue el relato de un hombre que decidió sembrar un huerto en un parque para enseñar a los niños de dónde vienen los tomates 😮. No niños, no todo es creado en una fábrica. Ahora es que hay vida en esas tierras.
A ver, que nosotras nacimos en un país (ex) petrolero, donde poca importancia se le ha dado a la actividad agropecuaria, y eso que tuvo su gloria económica con el café y el cacao. Sin embargo nuestra ciudad es sui géneris, un in between entre lo urbano y lo rural, tiene mucho contacto con la naturaleza. En Mérida puedes encontrar una vaca paseando por los terrenos de la universidad o a un amigo sembrando en el jardín de su casa.
Creemos entonces que lo conveniente es vincular de nuevo la urbanización y la agricultura para recrear esta relación «natural».
La comida como núcleo
Todos los seres vivos necesitamos la comida, es nuestro alimento, la buscamos. La comida estructura y dinamiza nuestro mundo, construye identidades sociales y tiene presencia en nuestro día a día. Es el centro de la vida familiar, hay que celebrarla, disfrutarla y dedicarle tiempo. Todo, absolutamente todo, está conectado por la comida, es el núcleo de la economía, de la cultura y la sociedad.
La comida es sustento y placer, «barriguita llena, corazón contento»; por eso su relación directa con las ciudades, a las que prácticamente fundó, les ha dado forma, estructura y desarrollo, como lo dice Steel. Aunque producir el alimento dejó de ser el eje de nuestra convivencia -lastimosamente-, la comida sigue siendo fundamental.
Entonces, como propone Carolyn Steel en Sytopia «How Food Can Save the World», podemos usar la comida como una herramienta conceptual de diseño para reconfigurar nuestro modo de vida actual y transformar las ciudades en comunidades urbanas sostenibles, equitativas y habitables; una manera más coherente para restablecer el vínculo roto con la naturaleza y acercar la producción del alimento a nuestro hábitat urbano. ¿Lindo, no?
Son tiempos de ser un poco como los franceses y pensar en comida, pero yendo un poco más allá, produciéndola, procesándola, reconociendo el alimento, su procedencia y entendiendo qué se puede hacer con él. Si la comida es el centro de la vida, entonces que lo sea bien, por satisfacción y placer.
El placer equilibrado de Epicuro
Epicuro es para nosotras uno de estos maestros de vida, lo conocimos en Buenos Aires mientras desarrollábamos un proyecto de Food Design. Es un filósofo griego que está agarrando mucho revuelo, ¡y es que su forma de vida es tan apropiada para el ahora! Su filosofía abandera al placer como principio de la existencia del ser humano, cuya búsqueda es el bienestar de la mente y del cuerpo. Epicuro fundó su propia escuela en casa, acogiendo a hombres, mujeres, ricos, pobres, esclavos, sin distinción, era un espacio diverso e inclusivo, como deben ser las ciudades.
Este filósofo asocia saciar el hambre y calmar la sed a los apetitos naturales y necesarios; la alimentación junto con el abrigo y el sentido de seguridad que al mismo tiempo son la base de la Pirámide de Maslow. Saciar necesidades provoca placer, es decir, ausencia del dolor, factor que nos acerca a la felicidad. (¿Se acuerdan de la «barriguita llena y el corazón contento»?). Epicuro nos alienta a satisfacer estos deseos primarios de la forma más económica posible.
Entre Steel y Epicuro está más que justificado que lo ético es desarrollar espacios vinculantes entre el modo de vida rural y los formatos urbanos, bajo un esquema de sostenibilidad que nos permita experimentar el ciclo de la comida, acercándonos a la naturaleza, concientizando y disfrutando del proceso. A ver, que las ideas siempre han estado, hemos sido nosotros que no las hemos juntado. Repensar la ciudad es nuestro objetivo, la comida es el medio, el placer es el beneficio.
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